LA TECNOLOGÍA INVADE EL MUNDO DE LA EDUCACIÓN

         Lo que todos los estudiamos pensamos que iban a ser 15 días de vacaciones desencadenaron en casi tres meses de clases online; reinventar la forma en la que se daban las clases; estudiar solo, sin poder mirar a tu compañero de mesa y sentir la complicidad de tener la misma poca idea de lo que se estaba dando ese día…
Los cambios no son fáciles, o eso dicen, y en este caso el cambio de clase presencial a clase online no fue fácil. Los primeros meses de confinamiento fueron caóticos pero sencillos apenas hicimos mucho y nos acabamos acostumbrando. Sin embargo, el problema ha sido enfrentarse a un segundo de bachiller semipresencial. Este curso en el que todo se da tan rápido, sin tiempo, y con muchas limitaciones. 

Evidentemente la diferencia entre una clase on line y una presencial se ve a la legua, no solo por el hecho de estar de cuerpo presente o tu solo con una pantalla en casa. Sino que además si de por sí ya nos cuesta mantener la concentración en el aula, un espacio dedicado al estudio, mantener la concentración y atención en casa es harina de otro costal, pues tenemos a nuestra disposición multitud de formas de distracción, sumadas al desconcierto de dar clase, estudiar, pasar tiempo de ocio, todo en un  mismo lugar, tu habitación. Estas no son las únicas diferencias, también entra en juego la pantalla o el dispositivo que tengas para seguir la clase, pues no todo el mundo dispone de un ordenador o tablet propio, y de un WIFI potente que sostenga tantos dispositivos conectados a la vez. La dificultad también la encontramos en el simple hecho de dar la clase estando en casa, sin contacto con el profesor, con la cabeza en la parra, los fallos de conexión que pueda haber en el instituto… En definitiva, muchos pequeños factores que todos juntos forman grandes dificultades para seguir las clases. 

Todas estas dificultades terminan desencadenando en el ritmo y desarrollo normal de la clase. La falta de concentración, que unos estén en clase y otros en casa acaba ralentizando el ritmo de las clases. Estas también se ralentiza por lo comentado anteriormente, la concentración en las clases online no es la misma que presencial, surgen más dudas y al final se termina aprendiendo menos y peor. La relación profesor-alumno, también es muy diferente y acaba influyendo en el aprendizaje. 

Por todos los argumentos que he ido dando a lo largo del artículo, queda claro que la mejor educación a mi parecer es sin duda la presencial. No solo por el daño que nos están haciendo a la vista las pantallas, por la dificultad que tiene seguir una clase online, o por el menor aprendizaje. Sino también, porque un elemento clave de las clases y la educación son las relaciones sociales, relaciones que se están viendo mermadas y afectadas por la situación y que considero fundamentales para el desarrollo de una persona. También, por las desigualdades que esta agravando esta forma de dar clase. Ya que la gente que tiene menos recursos tiene más problemas para seguir las clases que gente con un poder adquisitivo más alto que tiene mejores dispositivos y ayudas para seguir las clases. 


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